Por Robert Vargas Ayer sábado recibí una llamada de la regidora por el Partido de la Liberación Dominicana Isabel Pérez. Ella es la esposa del viejo dirigente peledeísta en la Circunscripción 1 de Santo Domingo Este, Pedro Fanerte.
Isabel estaba contenta. Así lo percibí cuando me habló y se dio entre nosotros esta breve conversación, que inició ella:
-«¿Usted va a cubrir la visita de doña Margarita Cedeño?».
-«¿Ella viene para Santo Domingo Este? ¿Cuando?»
-«Ahora mismo».
-«Yo no sabía de esa vista. ¿Y dónde es?».
-«Aquí, en la casa de Nelia»
«Yo no se donde vive Nelia. ¿Me puede enviar «el location»? Por favor.
«¡Claro! Ahora mismo!».
Y me envió las coordenadas, de hecho, me dijo la calle y el número. Era en el ensanche Alma Rosa I. Eso me dio una idea, pero opté por decirle a la españolita de «Google» que me guiara y esta lo hizo con presteza, como siempre.
Cuando me aproximaba, al lugar la «españolita» me dijo «su punto de destino está a la izquierda». Miré hacia donde estaban algunas personas y, entre todas, distinguí a la regidora Pérez. Estaba bella y radiante vestida para la ocasión. Ella quería que «Doña Margarita» supiera de su decisión de respaldarla.
Al lado de Pérez, estaba su esposo Fanerte, ágil y atento a cada detalle.
Margarita aún no había llegado y, como se trataba de una reunión privada, dentro de una residencia, le pregunté a la regidora Pérez:
-«¿Cuando llegue Margarita puedo entrar y grabarlo todo? Se lo pregunto porque es algo privado y, a lo mejor, ustedes quieren tratar temas delicados que no quieren que se filtren».
-«Don Robert, Usted es mi invitado. Claro que puede entrar y grabarlo todo. Haga su trabajo».
Le hice la pregunta porque la prudencia manda. Es mejor que te soliciten «Por favor, venga», a que te digan, «tenga la bondad y salga». Por eso es necesario respetar los espacios privados. No es lo mismo si el encuentro fuera en la calle.
Y entonces, llegó la que era esperada; Margarita Cedeño.
Opté por no preguntarle nada, sino dedicarme a observar en detalle su forma de actuar en ese tipo de reuniones.
Ella llegó con su sonrisa preciosa; bella; el pelo amarrado hacia atrás por algunas pequeñas e imperceptibles pinzas; una blusa de ramos, unos pantalones que se ajustaban perfectamente a su cuerpo y unos tenis que le daban un aire juvenil.
Su maquillaje era muy simple. Nada estrambótico ni chillón. Todo parecía cuidadosamente estudiado. Después de todo, no iba para una fiesta ni una manifestación callejera.
Era la mujer que iba a tener un encuentro cercano, a menos de un metro de distancia, con personas que le profesan fidelidad.
Margarita ingresó a la sala de la vivienda flanqueda por Isabel Pérez y Fanerte.
Los peledeístas, como siempre, organizados y próximos a sus respectivos asientos, no se movieron de su lugar y ella fue y los saludó a todos, uno por uno.
R epartió abrazos y sonrisas con su bocota abierta de par en par en par cuando ríe de buena gana. Me recordó a cierta regidora.
Margarita, abogada de profesión, conoce del impacto positivo que deriva de un contacto físico cercano, amable y que se perciba sincero, sobre todo si es acompañado de una sonrisa bella y unas palabras de aliento.
Fanerte se los presentó a todos, incluso, a uno que fue compañero de estudios de la pre candidata presidencial peledeísta.
Se produjeron algunas conversaciones pero, para no alargar más el asunto, quiero comentarles lo que percibí en el lenguaje corporal y en las palabras de Margarita que, quizás, puede que sea natural, o cuidadosamente estudiado.
Un detalle que percibí fue que, tan pronto mencionaron a Dios, ella inclinó su cabeza. Parece que esperaba una oración o algún rezo, que no se produjo, pero se puso, como dicen los cristianos «en aptitud de reverencia».
En algún momento, cuando mencionó a «papa Dios», llegó a preguntarse si este tiene tiempo para dedicarselo a otras personas porque siente que Él le dedica a ella todo su tiempo.
Ella no es ninguna tonta. Le estaba diciendo a todos los creyentes que allí estaban que ella cuenta con la protección «de Papa Dios», y, por tanto, «sin Dios está con ella, ¿quién…?
En su breve discurso nunca habló en forma chillona, no gritó, ni fue abrupta, sino que se mostró persuasiva, alegre, con voz suave y hablando con el rostro (amplias sonrisas), con los brazos y las manos y nunca separando demasiado las piernas.
No usó palabras rebuscadas, sino que habló en todo momento en un tono coloquial y con conceptos usados en el barrio.
Solo tiene que congelar el balón
Hubo un instante que causó risas y aplausos. Fue aquel cuando narró que una seguidora le había dicho que ella no tenía que hacer muchas cosas para ganar la precandidatura porque estaba por delante de los demás aspirantes a candidatos y que «solo tiene que congelar el balón».
Con una sabrosa picardía, Margarita reaccionó a su propia anécdota y dijo que «Anjá!, y algunas palabras más. Luego hizo un gesto como si se colocara el balón debajo del brazo derecho,para concluir golpeando un balón imaginario contra un tabloncillo también imaginario.
(Congelar el balón en el contexto del baloncesto significa que el jugador, que se sabe ganado, retiene lo retiene para ganar tiempo sin dar oportunidad al oponente para que pueda actuar).
Pero, Margarita cree que, aunque su más cercano contendor está 20 puntos por detrás de ella, debe continuar adelante para ganar de forma convincente.
Llegó mamá a recoger sus pollitos
Otro instante que capturó la alegría de los presentes ocurrió cuando Margarita reveló las circunstancias en las que ella aceptó competir por la candidatura y luego por la presidencia del país.
Tras una breve explicación, ella exclamó que «¡llegó mamá y vine a recoger mis pollitos!», todo acompañado de gestos que hacían más dinámina la conversación.
Timonel de un tren
Margarita aprovechó para dar ánimo a los suyos, denunciar que la ahora es que «la guagua está en reversa» y que, cuando el PLD gane las elecciones, con ella como timonel, el país avanzará como un tren poderoso.
Lo dijo abriendo los brazos y sembrando optimismo entre todos.
Se trata, por tanto, de una forma distinta de esta mujer hacer contactos con los suyos. Dio la impresión de que con su forma, gana adeptos o los neutraliza.