
Aún el masacre se pasa a pie.
Por: Edward Andrés Núñez-Meterte P.
Me parece mentira que después de tanto tiempo viene a mi memoria esa gran obra de la literatura dominicana “El masacre se pasa a pie”, de la autoría de Freddy Prestol Castillo.
Esta novela, que refleja la matanza de ciudadanos haitianos hecho acontecido en el año 1937, en pleno apogeo de la dictadora de Rafael Leónidas Trujillo, que devino en un desenlace por que los haitianos coexistían de manera ilegal en la zona fronteriza y a la vez ingresaban al país constantemente, adueñándose de terrenos agrícolas abandonados por los dominicanos durante el periodo de la historia conocido como la Primera República (1844-1862), y el sátrapa entendió que esto colocaba en riesgo la soberanía de la República Dominicana, además de significar una agresión a los dominicanos y un desafío a su autoridad.
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Las matanzas se escenificaron en varias regiones de la República Dominicana, iniciando al sur de Dajabón la mañana del 28 de septiembre de 1937. Se intensificaron entre el 2 de octubre y el 15 de noviembre. Las últimas muertes registradas corresponden a febrero de 1938.
En las zonas de Dajabón, La Vega, Bonao, Puerto Plata y Samaná, la matanza fue más intensa, en Azua y Barahona había menos población haitiana. El tirano ordenó una cacería en contra de lo haitianos y evidentemente fueron asesinados y lanzados al río Masacre, al mar y, en menor medida, a fosas comunes.
Está osadía del dictador le costó al país en ese entonces el pago de US$750,000.00 mil dólares, al gobierno de la República Haitiana, lo que se consideró una indemnización económica por el genocidio cometido por los militares dominicanos.
No conforme con el pago, también fuimos repudiados por la comunidad internacional, por las violaciones a la dignidad humana y por lo más importante porque constituyó un crimen racial y odio. Este acto marco desde ese momento y para siempre las relaciones bilaterales entre nuestro país y el vecino.
En una irrefutable muestra del proceder sanguinario del dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina, el doctor Joaquín Balaguer, señaló en relación a este atroz suceso lo siguiente; ‘‘fue sencillamente el acto de un hombre, o de un ególatra si se quiere, que no solo obedece a la brutalidad de sus instintos, sino también a una concepción bárbara de su destino como patriota y como gobernante”, las cuales plasmo en su libro titulado “Memorias de un Cortesano de la Era de Trujillo”.
Al final de la matanza, los grandes perdedores no son solamente los negros asesinados, sino las sociedades haitiana y dominicana, víctimas del odio racial y de un discurso ideológico perverso.
En la actualidad las cosas han cambiado, las vías diplomáticas son las esenciales para dirimir una situación aún salvable. No vislumbro un enfrentamiento bélico porque aquí como en el cierre de la frontera pierden las dos naciones.
Solo estoy esperanzado a que la comunidad internacional se ofrezca para ser los árbitros y propiciar un diálogo oportuno y salvar las relaciones atropelladas por el paso de los años con nuestros vecinos.