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Con Merido no, con nosotros no.

Por. Valentín Medrano Peña.

Merido Torres fue un dirigente político de largo ejercicio e historial de luchas en las filas del PRD. Con un grupo de personas fue fundador del PRM, partido que a menos de siete años de su fundación llegó al poder de manos del presidente Luis Abinader.

Merido fue un laureado miembro del Ministerio Público, y antes y después de, un abogado litigante fino y certero.

A Merido lo recuerdo como el más joven Procurador ante la Corte de Apelación en mis días de estudiante Universitario. Pasábamos a ver algunas audiencias y cuando este era el exponente en representación de la sociedad se esperaba todo un espectáculo. Su defensa era todo un despliegue de erudición, de sagaz abordaje y extraordinarias alocuciones, sus incisivas preguntas desarmaban a los forajidos acusados que recurrían las decisiones de condenas con la esperanza de engañar al tribunal de alzada.

Merido era un muy agudo y fino litigante, tanto que pronto le asignarían la responsabilidad de litigar los procesos más importantes. Muy a pesar de ello, el entonces joven, muy joven y delgado abogado de ojos claros y tez cobriza no portaba ínfulas, su trato era humilde y agradable.

Cuando el gobierno fue asaltado por un partido opositor al suyo, Merido fue motivado a permanecer en el Ministerio Público, las agencias extranjeras de colaboración con el desarrollo del cuerpo de persecución penal dominicano le ofertaron hablar con el también joven Presidente que retornaba al poder luego de cuatro años de vacaciones. Merido declinó la atractiva propuesta por asuntos ideológicos. Así que a poco de la toma de posesión y desalojo de los perredeistas de sus puestos de trabajo, volvió a ser abogado, dejó con la toga de bocamanga azul la satisfacción del deber cumplido, a la primera la puso encima del escritorio que ocupaba en el fondo del viejo edificio de las cortes que funciona detrás del Congreso de la nación, a la segunda, la partió y repartió a trozos entre sus colaboradores, colegas, superiores y familiares y llevó un poco consigo.

Su ejercicio se veía halagüeño y su futuro exitoso, y así fue, Merido, quien también abrazó el gremialismo y arreció en su militancia partidaria, tuvo un éxito rotundo, no podía ser para menos pues la fortuna sonríe a valientes y preparados y él era ambas cosas.

Varias veces me crucé con él en los tribunales, bien como contraparte o como compañero de barras, bien como espectador o como espectado, y siempre fue grato su trato y su ejercicio un aprendizaje.

Cuando el Presidente Abinader fue impulsado al poder cargado en las boletas de votaciones, Merido fue designado al frente de una Dirección creada al estilo del nuevo gobierno, lo que no resultó sorpresivo pues era de las caras y ojos claros visibles de la campaña y esfuerzos que luchaban por hacer sentar al hijo del ex senador Rafael Abinader en la silla de administración del todo nacional.

Merido ha tenido al frente de dicha institución una destacada, muy destacada, demasiado destacada dirección, así me dijo el gran periodista Robert Vargas mucho antes de que lloráramos su lastimosa partida.

Merido, movido por esa realidad y por sus grandes arraigos en el municipio Santo Domingo Este, decidió postularse al puesto de Alcalde de esa demarcación, un puesto que nació cuestionado, enfermo, en constante decaída, y cuyo cáncer ha hecho la peor de las metástasis.

Para Merido de seguro es una aspiración de darse a su gente, de volver a repartir su cuerpo para que sea comido por su amado colectivo, empero, esas intenciones manifiestas, y claro, mucho peor, la gran acogida de la misma, encendieron la tea discordante, nacieron los detractores “gratuitos”, la inquina se manifestó en cuestionamientos respecto a un prístino proceso llevado en su ejercicio profesional, que el viento favorable, marginal a sus fuerzas, prohijó en un resultado jurídico ganancioso, y ahí, justo en ello, la sinrazón, los golpes bajos la intentona de ajar su bien sembrado prestigio.

La bajeza, la vileza, el juego sucio, acostumbrado en la lucha de contrarios, ha servido para enterrar moralmente a algunos contenedores, y ante ese triunfo aparente, la reiteración de la nauseabunda obra, la repetición de procuras con el mismo objetivo, que en este caso, que respecto a Merido Torres caen vencidas por la transparencia de su obra y la corrección de su ejerció profesional y de su apego a los valores que deben normar nuestra vida ciudadana.

Así que creo que pierden su tiempo porque no hay nada de que arrepentirse, y ya que me tomé el tiempo de revisar el proceso en cuestión y concluir que el mismo no tiene nada de pecaminoso y que es jurídicamente sostenible y defendible, me basta con imprecarle que con Merido no.

Las hordas de desalmados, vampiros subsionadores de méritos, siempre prestos a tratar de desmontar, a disparar a los prestigios, podrían estar frotando sus manos para acudir al chantaje moderno de la opresión por redes y medios con cargo al golpeo falaz que desmotive al apoyo y que dañe, con la acostumbrada intención de afear lo bueno y decente para igualarseles, pero en el caso de Merido, un daño a él es un daño a la decencia, a la esencia buena y sana del pueblo, al esfuerzo denodado por ser mejor no para sí sino para todos, sería un daño a la esperanza y el ejemplo de que si se puede alcanzar el éxito siendo correcto, haciendo el bien, forjándose, estudiando y ejerciendo lo estudiado, sería un daño al orgullo de ser pobre con metas y sueños, sería matar esos sueños, sería un crimen ético. Así que con Merido no, con nosotros no, porque él es un nosotros.

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