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Doroteo A. Regalado: Un Mártir Olvidado del Periodismo Nacional

Por Juan Cruz Triffolio
Entre la pléyade de salcedenses que supieron defender el sentimiento nacionalista frente al invasor yanqui de 1916, es necesario destacar la extraordinaria figura de don Doroteo A. Regalado, hijo del General Andrés Regalado y la señora Florentina Félix.

Desde muy joven es notorio en él la presencia de inquietudes y preocupación por la problemática de su pueblo, en particular, y de su país, en sentido general.

Supo enfrentarse con la dura cara de la vida, muchas veces siendo sastre y, otras tantas, como simple informador periodístico, comprando una modesta imprenta en la cual editaba el periódico salcedense denominado La Lucha.

Estando nuestro país invadido por tropas norteamericanas, Doroteo A. Regalado forma parte en la mayoría de los movimientos anti yanquistas de la época.

Para 1917 dirige, junto al doctor Pascasio Toribio y Roselio Guzmán el periódico local El Heraldo de Salcedo, un vocero patriótico que fustigó virilmente la invasión norteamericana.

Lo anterior trajo como consecuencia la prisión prebostal de un año a los dirigentes del medio informativo, reputándolos como autores de delitos contra la fuerza de intervención.

Al establecerse la Junta Patriótica de Jóvenes de Salcedo, Doroteo fue su presidente, acompañado en su directiva por José A. Marmolejos, Ramón Guzmán, Juan Bautista Gómez hijo, Antonio Tejada y otros.

La organización en referencia tenía por finalidad repudiar al invasor.

Don Doroteo A. Regalado supo compartir con el movimiento obrero de su tiempo y una prueba de ello es, que siendo el señor Pablo Torres presidente de la Unión Obrera de Salcedo, acompañó como delegado y junto a Armando Cabral, a los integrantes de la comisión representativa de Salcedo ante el Congreso Obrero de Sánchez, celebrado en el club de aquella población nordestana, al cual asistieron delegados de todos los pueblos del Cibao, en plan de protesta contra la ocupación.

Doroteo fue también un miembro laborioso e ilustrado de la Asociación de Obreros denominada como la Hermandad Comunal Nacionalista.

Viajaba comúnmente por las ciudades de la región Sur de la república, orientando sus habitantes sobre los momentos difíciles para la democracia que vivía el país y de sus discursos concientizadores la Revista Letras nos dice:

“Quizás el modesto tribuno, en algunas de sus oraciones, habló con vibradora elocuencia respecto de su nombre entusiasmo amoroso por la patria, y enseñó con transparentes y conmovedoras frases la incontenida hemorragia que ella sufre desde que la hicieron incompasible los cartagineses; pero todo ello, dicho con la cultura y la mensura aconsejada por el previo reposo mental para la delicada labor que el honorable obrero estaba efectuando”.

Como tal había de ser, sus arengas no cayeron agradables al oído del invasor y algunos seudos dominicanos, tal como se comprueba en la publicación anteriormente citada al destacar;

“Parece que alguien velaba acechando al orador para denunciarlo aunque magnificando los hechos, a los prebostes del César, puesto que Doroteo Regalado, después de andar obligado e inerme tropezones, por oficinas marciales, fue a parar, el 12 de febrero de 1921 a la cárcel, bajo el peso de una sentencia que condenaba a sufrir la pena de un año de prisión y trabajo público, y a pagar quinientos pesos de multa”.

Estando nuestro patriota bajo el mandato del verdugo yanqui, con apenas 23 años de edad, fue obligado a trabajar desde el día 13 de febrero de 1921 en el Placer de los Estudios y en el muelle de Santo Domingo.

En este último lugar, Doroteo ayudaba a descargar las provisiones que había traído para el yaqui un transporte de la marina norteamericana.

El honorable comunicador salcedense también fue constreñido a desyerbar afanosamente en el Hipódromo, llegando aquel día, en una hora de ardiente sol, rendido de fatiga, a caer inconsciente al suelo, a ese suelo patrio que le vio nacer, a ese suelo duramente profanado por las hordas de Woodrow Wilson.

De allí, su cuerpo fue llevado al Hospital Militar, recobrando más tarde su conciencia.

No debe olvidarse que en el mencionado lugar no había compasión para con este mártir dominicano y que unas nuevas y duras tareas le esperaban a pleno sol.

Siendo de esa manera, se agregó una página más de luto a la horrorosa historia de la ocupación militar en Santo Domingo, escrita, nuevamente, con el padecimiento y el sacrificio de una vida dominicana.

Doroteo A. Regalado resolvió rehusar alimentos, y esa postura suya, irreductible, le llevó, al cabo de treinta días, al borde del sepulcro, ocasionando la alarma de la prensa y de la sociedad dominicana.

Se luchó afanosamente contra un verdugo frío y de cruel resistencia, pero al fin, a regañadientes, las puertas del hospital-presidio o del presidio-hospital se abrieron.

Numerosas condiciones fueron puestas a Doroteo A. Regalado, quien narra todas sus vicisitudes durante la prisión en sus dos obras tituladas: “De Mi Viacrucis” e “Historia de mis Martirios en la Torre del Homenaje” y quien desde ese momento sufrió una afección cardiaca, siendo observado, a partir de entonces, casi tullido, apoyándose en bastón, cojeando por las calles de la Ciudad Primada de América.

Posteriormente, restablecido su estado de salud, pasó a residir a Santiago de los Caballeros y Salcedo en donde volvió a su faena periodística, desempeñando, en 1941, la posición de subdirector del mensuario Gregg, en La Vega,

En la década de 1950-1960 asumió la corresponsalía del periódico El Caribe, en Moca, y escribía para varios medios del Cibao.

Lamentablemente, los órganos vitales de Doroteo A. Regalado dejaron de funcionar en decenio de 1970, en la heroica provincia Espaillat, según destaca Oscar López Reyes, en su interesante obra “Crímenes Contra la Prensa, Tomo I”.

Vayan estos párrafos al meritorio compatriota, héroe, mártir de la prensa y el obrerismo nacional como testimonio de admiración, respeto y simpatía.

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