Por Roberto Rodríguez Marchena /Quiero que sepas
Para fascinación de historiadores, sorpresa de economistas y pánico de políticos en la administración del Estado, la velocidad de la turbamulta, de esa muchedumbre que se mueve a pura emoción y no admite razones, porque les sobran en el corazón.
Apacibles ciudadanos, hombres y mujeres tranquilas, educados, de costumbres y hábitos predecibles, seres humanos normales y corrientes, vecinos decentes, emprendedores, trabajadores, de repente, se lanzan con furia a las calles.
Unos cuantos corajudos al inicio y miles y miles después se van sumando…hacia un destino incontenible.
Ese destino tiene hoy nombres: alimentos, combustible, agua, fertilizantes, precios, comercio.
Lo hemos visto en las calles de Sri Lanka, Albania, Argentina, Reino Unido, Ecuador, Haití, Bulgaria, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Yemen, Nigeria, en los campos y entre agricultores de Alemania, Países Bajos, Serbia, Hungría, Turquía, India, Pakistan, Bangladesh, Kazajistán, Brasil.
Poblaciones sometidas a privaciones, confinamiento, muerte y miedo por la crisis sanitaria provocada por el COVID-19 y los precarios servicios sanitarios, ahora reciben sequías, inundaciones, escasez, altos precios y contratiempos en la comercialización.
Tiempos difíciles. Inciertos. Inflamables, volátiles. Impredecibles.
Un descuido o un gesto altisonante podría ser fatal.