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Huracanes convertidos en instrumentos de propaganda y clientelismo político

Por Eddy Olivares Ortega
Nada pasa sobre este espacio insular, no importa de que fenómeno se trate ni su grado de intensidad, sin que quede atrapado entre las redes de la política.

A pesar de que la mayoría de los huracanes se quedan en amenazas, para los ciudadanos, principalmente aquellos que se encuentran en condiciones de vulnerabilidad, la temporada ciclónica anual, que se inicia el primero de junio y concluye el 30 de noviembre, constituye un período de gran incertidumbre.

Por fortuna para las naciones que, como la República Dominicana, se encuentran en la ruta de los huracanes, el desarrollo de la tecnología satelital, para la toma de imágenes, ha hecho posible que las predicciones de los científicos, en relación con estos fenómenos, sean cada vez más certeras.

Antes de que los satélites fueran empleados para la predicción y seguimiento de los huracanes y de que se crearan los aviones cazahuracanes, los referidos fenómenos naturales colocaban, muchas veces, a los responsables de la administración en situaciones extremadamente difíciles. El notable desarrollo de la tecnología, sin lugar a dudas, se ha convertido en el mejor aliado de los gobernantes de los países que son azotados por los vientos destructivos de los huracanes.

En ese sentido, no pocos fueron los funcionarios que llegaron a ser arrastrados de sus cargos por los vientos imprevistos de los huracanes o por incontenibles lluvias que desbordaron los ríos y destruyeron cuanto encontraron a su paso.

Sin embargo, también hemos tenido presidentes y funcionarios que transformaron las terribles dificultades de los huracanes, producto de sus eficientes gestiones para superar las adversidades, en instrumentos de consolidación de sus gobiernos y de sus positivas proyecciones políticas.

Lo cierto es que ahora, con la certeza de la información meteorológica, los gobiernos convierten los fenómenos naturales, como María, en instrumentos de propaganda y de clientelismo político.

Es innegable que las visitas de los mandatarios a las zonas afectadas se convierten en espectáculos de televisión que instrumentalizan la desgracia de los ciudadanos menos protegidos ante los embates de la naturaleza.

Cuando vemos al presidente de la República, en una escena de devastación, con su rostro compungido, llegamos a la conclusión de que tiene el talento necesario para recibir un Oscar.

Su teatro incluye los lugares más afectados por el fenómeno, los cuales visita en el helicóptero presidencial. Obviamente, en ese momento no le lleva nada material, solo esperanza, pero les promete que más adelante les enviará las ayudas necesarias para sobrevivir.

Tal y como lo prometió el Jefe del Estado, las miserables ayudas les son entregadas a los afectados, como si fueran el producto del sudor de su frente y no de los recursos que pertenecen a todos los ciudadanos.

Gracias a estos fenómenos se detienen, en ese momento, las protestas y cuestionamientos de la oposición y la sociedad civil contra el presidente, quien, por vía de consecuencia, se beneficia de una tregua, mientras reconstruye el país sin ningún tipo de control.

En fin, el presidente de turno, después del huracán, como dueño absoluto del play juega sin competencia. Esto lo saben muy bien los políticos veteranos, pero lo ignoran los novatos, que salen a competir, en el campo de las ayudas politiqueras, contra un avasallador leviatán que los deja en ridículo.

ej.olivares@hotmail.com

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