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Mi corrupto favorito.

En este país se ha robado mucho de 1978 a la fecha.

Por Santiago Mata

Dicen las malas lenguas que el presidente Guzmán se mató por temor a enfrentar el tema. A Jacobo Magluta se le atribuyen actos dolosos en Corde y Jorge Blanco no pudo esquivar un largo juicio por corrupción en 1987.

Balaguer llegó a declarar de manera desvergonzada que la corrupción sólo se detenía en la puerta de su despacho mientras sus funcionarios se alzaban con los dineros del erario.

Hipolito Mejía se burlaba del país cuando se señalaban sus corruptos y lo del PLD comenzó con buenas ganas desde el primer gobierno de Leonel Fernández.

Lo cierto es que la corrupción ha estado presente en todos los gobiernos desde la oficina pública más modesta hasta el propio Palacio Nacional a lo largo de todos estos años.

De 1978 hacia atrás ya es historia.

La corrupción es un flagelo que se da como la verdolaga, a todo lo largo y ancho de la américa latina, desde el Río Bravo hasta la Patagonia y que salpica, de manera brutal, a buena parte del Caribe Insular.

Y justo ahí estamos nosotros, «en el mismo trayecto del sol».

Pero, aparentemente, la corrupción no siempre es mala.

La corrupción sólo es mala cuando la practica el contrario.

Una muestra de esa «lógica» anda rodando desde temprano en toda la prensa nacional, con epicentro en las redes sociales.
Ayer…

El presidente de la Cámara de Diputados y altísimo cargo de la cúpula dirigencial del Partido Revolucionario Moderno (PRM), el histórico Alfredo Pacheco, ha amenazado «de mala manera» al Ministro de Medio Ambiente, Miguel Ceara Hatton, por éste haberse atrevido a denunciar la existencia de una nómina de 1 millón de pesos mensuales, que el asesinado ex incumbente, Orlando Jorge Mera, habría puesto en mano de su mayor defensor mediático, el periodista Guillermo Gómez, quien admitió dirigir la operación de pagar sueldos de hasta 100 mil pesos mensuales a perremeístas que necesitaban una ayuda.

Seiscientas «botellas».

Seiscientas personas que cobraban sin trabajar y que, según él mismo ha declarado, habría sido una propuesta del periodista de los bozos «que habla todos los domingos en la televisión»

No hacía mucho que el gran defensor de la pulcritud, Guillermo Gómez, había denunciado que el ineficiente ministro Ceara Hatton tenía varios meses que no le pagaba la nómina a los perremeístas necesitados.

Ahora se sospecha que la nómina de un millón de pesos la manejaba a su antojo el mismo famoso periodista.

Hasta ahí, todo parece indicar que se trata de un acto de corrupción igual a los actos que el PRM tanto criticó a los gobiernos del PLD y que definitivamente le ayudaron a ganar las elecciones en 2020.

Y, a la vez, se parece a los actos de corrupción que el PLD tanto criticó a los gobiernos del PRD, antiguo PRM y que también le sirvieron para ganarse la simpatía de los votantes antes de 1996.

Es decir que la corrupción se calcula, dependiendo de en mano de quien esté la vara para medirla.
En mano de quién este el pandero.

Una nominilla más, que tanto molestaba a los perremeístas y la Marcha Verde.

Algo nada nuevo en el país, lo cual nos enseña que nuestros partidos políticos, no creo que haya una sóla excepción, utilizan la corrupción como bandera política sólo durante los días de rabia que produce la oposición.

Ahí entra Pacheco, quien llamó «Abusador» al ministro Ceara porque ha denunciado un hecho que pudiera estar reproduciendo en todas las instituciones del estado.

Pacheco reaccionó indignado desde que se enteró de que alguien había osado vincular a su partido a un acto de corrupción.

«Irresponsable», lo llamó, por haber hecho la denuncia.

Y ahí vino la amenaza, como un presagio bíblico:

«Su tiempo llegará».

Pacheco no ve corrupción en la nominilla de Medio Ambiente, sino el atrevimiento del Ministro de denunciar lo que hizo Jorge Mera.

Para Pacheco, el hecho no tiene importancia, para él lo condenable es que el Ministro se atreva a «tirar galleta contra quien no puede defenderse»

O sea, la corrupción no siempre es mala.

La corrupción es mala si la comete el contrario.

Pero no es sólo pacheco, en verdad se trata de un flagelo generalizado; Es una tentación que hace titubear a cualquiera que le toque manejar los fondos públicos y que no pocos han podido resistir.

A esos les llamamos «pendejos».

Otros van al cargo público más decididos a buscarse unos «cuartos»
con la clara convicción de que se trata del segundo oficio más antiguo del mundo, que diferente al primero, no se ejerce desnudo, sino, con saco y corbata.

Los escándalos de corrupción en la República Dominicana de las últimas cuatro décadas, indican que todos tenemos nuestro corrupto favorito, igual que Alfredo Pacheco.

Pacheco es , nada más y nada menos que el presidente de la Honorable Cámara de Diputados,pero igual que él, todos nos pasamos los amargos y largos días de la oposición acabando contra la corrupción cuando la comete el contrario, pero una vez en el poder como que medio se nos nubla la visión.
Y no es sólo Pacheco, el fenómeno se adueña, de todo el que se dedica a la actividad política. Es una ceguera que sólo nos permite ver la paja del ojo ajeno.

Incluso, uno puede cambiar de corrupto y luego no ver lo que veía antes, lo cual nos permite una perspectiva más amplia en el mercado político, que no es el caso del querido Pacheco.

Pero, la reflexión puede servir perfectamente para vernos en el espejo y razonar que una cosa es estar «arriba con presión y otra muy distinta estar abajo con depresión».

El efecto es el mismo cuando cambiamos de posición, de partido, o de color partidario; es muy probable que también estemos cambiando de corrupto favorito.

La corrupción es un delito penal, un delito que tiene como víctima a la sociedad, Pacheco lo sabe y lo ha denunciado en más de una ocasión desde el 2004, pero al parecer su vista se le ha nublado desde el 2020.

Esto no tiene nada que ver con mi corrupto favorito.

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