
Vivir en el Pasado
Por Quilvio Vásquez
Algunos individuos permanecen profundamente marcados a lo largo de sus vidas por ideologías, religiones, deportes, profesiones o partidos políticos. Esta impronta moldea su perspectiva persistentemente.
Desde la niñez, la razón nos permite discernir el mundo. Aunque capaces de concebir un ideal, a menudo chocamos con la realidad impuesta por los adultos, aceptando un mundo que a veces percibimos defectuoso.
Al madurar, si bien podríamos aspirar al cambio, comprendemos la naturaleza individual de la realidad y la diversidad de creencias. Esto nos lleva a la necesidad de respetar las convicciones ajenas para lograr una convivencia armónica, implicando a menudo renunciar a preferencias personales.
En este sentido, las ideologías pueden sentirse como ecos del pasado, persistiendo sin reconocer la evolución social. Nuestro entorno se transforma, y con él, nosotros debemos hacerlo.
En esta aldea global, el diálogo es crucial para cualquier acción. La intolerancia y la falta de solidaridad evidencian que la vida es una lucha constante, donde la verdad se vuelve una elección individual.
En un mundo globalizado, las ideologías tradicionales se difuminan, revelando las imperfecciones tanto de nuestro mundo ideal como de nuestras propias creencias.
Es vital seguir aspirando a un mundo mejor, entendiendo que las ideologías se adaptan a una realidad cambiante. Toda ideología tiene un núcleo innegociable, usualmente la primacía del bien social sobre el individual: si el colectivo prospera, el individuo se beneficia.
En la búsqueda del bien común, las ideologías pueden trascenderse. Dejar de lado afiliaciones exclusivas, como religiones y partidos políticos y enfocar la lucha en soluciones universales puede ser el camino.