
Amado senador y la reivindicación de Peña Gómez.
Por: Valentín Medrano Peña.
Anunciaron lluvias, así que bajé paraguas en manos. Al llegar a calle descubrí un día medio nublado. El sol quería imponerse y terminó por hacerlo antes de que yo llegara al lugar fijado para la actividad. Seis kilómetros y cientos de vehículos de distancia según la aplicación, waze, creo que así se llama.
He estado marginado por años de las actividades políticas lo mismo que de las actividades populosas luego de la muerte del líder del partido blanco el Dr. José Francisco Peña Gómez.
La cita era en el multiuso del Club Calero en Villa Duarte, la primera capital de la capital, lugar que abrigó en sus momentos a grandes luchadores, a buenos soñadores, a comprometidos seres, comprometidos con los mejores intereses de una nación en construcción, aún hoy en construcción, en la constante de la construcción.
Los carros apiñados en todas dirección presagiaban la enorme cantidad de convidados asistentes.
Había olvidado y confieso que extrañado el tener que abrirme paso entre apretujadas personas para poder accesar a algún lugar. Aveces el alma quiere llorar sin ninguna razón aparente, y por alguna extraña causa me sentí conmovido a merced del ambiente.
El evento aún no iniciaba y al penetrar al enorme salón me sentí en familia. En la misma puerta me encontré con mi amigo Julián, él es un muy buen contador, yo lo había presentado con Amado y quedaron siendo amigos. Amado era la estrella del momento, lanzaba su candidatura a senador de la República luego de tres diputaciones obtenidas y ejercidas.
Apenas había caminado unos pasos y tuve que saludar a una veintena de personas. Los redoblantes creaban un ambiente festivo, estaban apostados a la derecha de la entrada, muy ordenados y vestidos con polos negros en los que se podía leer “Melvin diputado”. Cuando estuve más próximo a la mitad del salón giré alrededor mío para ver qué tantas personas eran, y eran demasiadas. El salón había sido abarrotado, lo extraño era el ambiente de familiaridad, de pertenencia, de compromiso, y aún más extraño el que prácticamente conociera a la mayoría de las personas con las que me tropecé en el evento.
Más de treinta diputados a los que saludé uno por uno, aspirantes a alcaldes, a regidores, a diputados, dirigentes de su partido y amigos, muchos amigos que comparten la idea de que es mejor opción.
Entre los diputados presentes una a la que aprecio y admiro mucho, Soraya Suárez, fue llamada a dirigir unas palabras al público poco después de la entrada del precandidato a senador Amado Díaz que marcó el inicio formal del evento. Desde antes, en los altoparlantes, sonaban esas tonadas, esas canciones, la música aquella que otrora pronosticaba el gobierno de Peña Gómez, el gobierno en que por fin sería primero la gente, abriendo puertas y ventanas clausuradas, anunciando avances y prosperidad.
Las emociones eran tantas y variadas como los pensamientos que volaban en el interior de aquel atestado lugar. Peña Gómez ahora se siente un sueño truncado, un ser reivindicable, una aspiración de libertad, oportunidad y felicidad pendientes.
Soraya pronunció de memoria su discurso preámbulo, diciendo que por fin, por fin, uno de nosotros, uno como nosotros, uno tú, uno como yo, uno igual que todos, finalmente podría ser el representante legislativo de toda la provincia Santo Domingo, de la más importante y grande provincia del país, dijo.
El pase de lista posterior anunciaba a muchos de los más connotados asistentes, Julito Furcal, Robert Arias, Adán Peguero, Bertico Santana, Betty Gerónimo, Eduardl Figueroa, Manuel Soto Lara, Juan José Rojas, Adelys Olivares, y un largo etcétera que no alcanzo recordar, antecedieron la presentación y discurso de Amado Díaz, uno que como dijera Soraya Suárez se parecía a todos y cada uno de los allí presentes, porque él es uno de ellos, como ellos, es de ellos, él es ellos, así que al menos en el ámbito legislativo por fin sería primero la gente y en ello y con ello, en parte, se reivindicaría a Peña Gómez.