
Fallece el fiscal Porfirio Estevez
Por Valentín Medrano Peña
Me corresponde llorar la muerte de un extraordinario amigo, de un gran ser humano y ciudadano, a quien quise mucho antes de que deviniera en un eficiente y honrado procurador fiscal. Porfirio Estevez murió sin una debida pensión y sin el abrigo ni amparo de su institución.
Su muerte nos deja muchas enseñanzas. En este país no se puede vivir, no se puede enfermar, no se puede morir. Todas esas acciones son carísimas.
El servicio sanitario es inalcanzable cuando tiene un mínimo de calidad. Hay ciertas enfermedades que son para ricos muy ricos, y morirse es muy costoso.
Al dolor de la pérdida de un querido, de un amado amigo, se suma una deuda enorme para sus deudos en el pago de la esperanza ya frustrada.
Porfirio fue un muy bueno y solidario amigo. Demasiado crudo aveces y extremadamente noble. Tuvo un gran liderazgo, a su propio estilo, entre los estudiantes dosmileros de la UASD, mismo que transfirió a su ejercicio de la profesión que abrazó con pasión y ahínco, la de fiscal.
Amaba la vida, con demasiada pasión la amaba. Apetecía seguir viviendo y por ello todo su esfuerzo por procurarse facultativos laureados y capaces para sanar lo sanable. Pero olvidó que la vida no nos pertenece aunque evitamos aceptar que es así.
El Porfi es una víctima más de la falta de un buen sistema de pensiones y jubilaciones para fiscales y personal del Ministerio Público, pues de haber tenido la opción, justificado en su enfermedad, habría optado por amar apartado desde la vida a su profesión de fiscal, a la que seguro aún ama desde la muerte.
Qué pena y dolor, cuán triste y desilusionador, cuánta impotencia y más dolor.
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