
Utopías (2)
Por Ramón Ant. Ocumarez P.
Si preguntamos a un dominicano y a un extranjero: “hay trabajo en este país?”, seguro que las respuestas serian diametralmente opuestas.
La Real Academia Española (RAE) define el término utopía como un plan, proyecto, doctrina o sistema que es ideal pero que parece imposible de realizar.
Si asentimos como válida la definición anterior y extrapolamos lo que una vez fueron realidades; entiéndase, el sentimiento y valor patriótico, el esfuerzo por las realizaciones humanas y sociales; el respeto al derecho de los demás; la convivencia sana, sin intenciones de ventajas personales ni en perjuicio de otros; en fin, el AMOR por los demás, por la patria; reproducir estos valores sería una utopía.
Olvidemos la dejadez, la apatía; la pusilanimidad y la falta de talante; indiferencia y desatención al contribuyente por atender el teléfono celular, sobre todo en instituciones públicas; rechacemos la celebraciones sin motivos; el hedonismo injustificado; la asiduidad a salas de juegos de azar, deportivos y colmadones en días laborales; en resumen: rechacemos LA VAGANCIA, madre de la delincuencia y deterioro de la nación.
El funcionario y/o empleado que transita diariamente por donde hay un perjuicio a su función, que impide el desenvolvimiento social, es incapaz de resolver o notificar el daño. El agente policial que no actúa porque no está de servicio, o por temor al infractor o delincuente; así no contribuimos con el bienestar de nuestra sociedad.
La persuasión, la disuasión y la represión, con sus respectivas aplicaciones, debe ser el orden y método a seguir para lograr una mejor comunidad.
Por qué no se hacen operativos en los semáforos, reclutando esas personas que piden y limpian cristales; trasladarlos a zonas rurales a realizar labores restauradoras en la naturaleza como es la reforestación; manejos de ganaderías y labores agrícolas; o la participación de INFOTEP para formación y conocimientos en el área de la construcción: albañilería, plomería, electricidad y todos esos trabajos de hemos dejado de realizar y que eran pilares de la clase trabajadora; retribuyéndolos con una justa remuneración, complementada con tarjetas de asistencias sociales y charlas de concientización.
Sabemos que los recursos obtenidos por la mayoría de las personas que mendigan en los semáforos, son para el consumo de sustancias prohibida.
Los extranjeros no piden en semáforos, ni limpian cristales; algo venden; no asisten a “teteos” ni se ven en centros de juegos.
No sólo se vive de motoconcho, de música urbana, de puestos políticos, o del beisbol, hay otras áreas que nos llaman con urgencia.
Insistimos que utopías es lo que en un momento fue ideal pero que parece imposible de retornar.