Por Miguel Ortega
En los últimos años, nuestro país ha enfrentado un panorama económico cada vez más sombrío, caracterizado por un aumento constante en la tasa del dólar. Esta tendencia refleja la creciente dificultad de la población para satisfacer sus necesidades básicas, mientras los precios se disparan y la estabilidad económica parece cada vez más lejana.
Este fenómeno, que se traduce en un incremento del costo de vida, alta inflación y precarización del empleo, ha sido agravado por el endeudamiento crónico del gobierno. La combinación de estos factores afecta no solo la calidad de vida de los ciudadanos, sino que perpetúa un círculo vicioso que resulta complejo de romper.
El aumento de la tasa del dólar puede interpretarse como un reflejo directo de la presión económica que sufre la población. Factores como la inflación descontrolada, la caída del poder adquisitivo y la falta de políticas públicas efectivas para contrarrestar estos problemas han sido determinantes en esta escalada. A su vez, el gobierno, incapaz de generar suficientes ingresos, ha recurrido al endeudamiento como un parche temporal, pero cada nuevo préstamo alimenta aún más la depreciación de la moneda.
La semana pasada, la tasa del dólar rompió la barrera psicológica de los 6, lo que ha exacerbado el pesimismo en los mercados. Esto impacta directamente en los precios de bienes y servicios, particularmente en los productos de primera necesidad, que dependen en gran medida de las importaciones. En este contexto, la deuda gubernamental no solo ha crecido, sino que sus costos son cada vez más elevados, dado el alza en los intereses asociados a la moneda extranjera.
Para entender mejor este círculo vicioso, es necesario analizar cómo el endeudamiento continuo y el crecimiento de la tasa del dólar están interconectados. Cada vez que el gobierno se endeuda en dólares, genera una mayor demanda de esta divisa, lo que aumenta su precio. A su vez, un dólar más caro significa que el país tiene que destinar más recursos a pagar su deuda, lo que obliga a nuevos endeudamientos, creando un ciclo de difícil salida.
La solución a este problema no puede reducirse a medidas puntuales. Es necesario un enfoque integral que aborde tanto la estabilidad monetaria como la reducción de la deuda. Implementar políticas fiscales responsables, fomentar el crecimiento económico sostenible y reducir la dependencia de la deuda externa son algunos de los pasos que deben tomarse si se busca romper este ciclo destructivo.
El tiempo para actuar es ahora. Mientras la tasa del dólar continúe su ascenso descontrolado y el gobierno siga recurriendo a préstamos sin una estrategia clara para gestionar la deuda, el bienestar de la población se verá cada vez más comprometido. Es fundamental que las autoridades prioricen la implementación de políticas económicas que frenen el deterioro de la moneda y el endeudamiento desmedido.