
¡Yo no voto nunca más!
Por Franc Quezada S.
La expresión que titula este artículo es muy común cada cuatro años, luego de los procesos electorales que nos gastamos los dominicanos.
Se la escucha en boca de los que quedan inconformes con los resultados de cada votación o descontentos con la actuación de ciertos dirigentes políticos en los que depositaron su confianza.
Sin embargo, según se acerca la siguiente cita electoral, la mayoría de esos inconformes echan a un lado los motivos de su “tajante” expresión, quedando de nuevo atrapados en el barullo carnavalesco del nuevo “matadero electoral”.
A final de cuentas, en todos los comicios, desde el 1978 para acá, se ha registrado una votación normal y masiva que sobrepasa el 70 por ciento de electores participantes. Y, que conste, en la mitad de ellas se desataron discordias y quejas.
A partir de las elecciones recién pasadas, el fenómeno pinta distinto cualitativamente, porque la magnitud del tollo que se vivió ese funesto día 15 de mayo, dejó a los votantes de la oposición profundamente frustrados e indignados. En shock, sería la palabra correcta.
Ese impacto violento no obedece al desaliento normal de quien pierde una competencia en buena lid. De lo que se trata en este caso, es de gente que se siente aplastada por la fuerza descomunal de un Estado en manos de políticos que no tienen límites, ni escrúpulos para mantenerse en el poder pisoteando y/o manipulando todas las conquistas democráticas conseguidas por el pueblo dominicano a lo largo de su gloriosa historia.
Que se sepa, muy pocos de esos políticos morados ocuparon su lugar en las trincheras de lucha por la democracia, más, sin embargo, hoy usufructúan las mieles del poder y procuran alterar los avances democráticos arrebatados a los partidarios del atraso.
A resultas de lo que vivimos este 15 de mayo y de todo el manejo inescrupuloso del peledeismo gobernante, la desesperanza se apodera de grandes bolsones poblacionales. Toma forma una peligrosa percepción: el grupo enquistado en el poder no saldrá del palacio nacional por la vía democrática y civilizada.
A veces sospecho que en la cúpula del PLD -obnubilados por las riquezas y el poder- no alcanzan a comprender las implicaciones político-sociales e históricas de su afán por controlar totalitariamente todas las instancias del Estado.
Siempre recuerdo a Mao Tse Tung cuando aconsejaba: “Hay que actuar con razón, con ventaja y sin sobrepasarse”. Los discípulos de Juan Bosch echaron a un lado lo primero y lo último.
Leonel Fernández, por ejemplo, asegura que su partido seguirá gobernando más allá del 2044; en tanto que Roberto Rosario (Presidente de la JCE y miembro en licencia del Comité Central del PLD) define las recién pasadas elecciones como las más limpias y organizadas de nuestra historia. Una gran fiesta democrática que repetirán en los cuatrienios por venir.
No tiene importancia que la Patronal califique de colapsado el sistema electoral dominicano, ni que uno de sus propios magistrados cuestione todo el proceso o que la OEA enumere la ocurrencia de un rosario de irregularidades de naturaleza fraudulenta. Eso es percata minuta para esos señores.
Tampoco tiene algún valor que se contaran miles de boletas que jamás fueron dobladas para introducirlas en las urnas, o que cientos de dispositivos electrónicos no funcionaron, ni las numerosas boletas que misteriosamente aparecieron en municipios distintos a donde fueron emitidas.
Para los detentadores del poder resulta normal y democrático que candidatos del oficialismo tomaran por asalto determinadas Juntas Municipales para hacer su propio conteo de votos y “arreglar” algunos números; como también fue normal que comenzaran los boletines cuando todavía se estaba sufragando en todo el país.
¿En qué país del mundo un presidente del órgano electoral se niega a recibir en su oficina a siete candidatos presidenciales y se comporta abiertamente como contrincante iracundo de la oposición echando por la borda su función de árbitro? Totalmente insólito.
En este país nuestro, tan querido, tan especial y tan vapuleado, el Comité Político de un partido involucró todos los recursos activos y pasivos del Estado para quedarse por la fuerza en el usufructo y abuso del poder.
Con el llamado Plan Social, sobornaron a las amas de casa y estudiantes pobres; en las instituciones oficiales abultaron todas las nóminas temporalmente y salieron por todo el país a “regalar” tabletas digitales, estufas, lavadoras, …y papeletas. Claro, con el mismo dinero del pueblo y de las mafias de narcos y bancas de apuestas.
El ministerio de Obras Públicas asfaltó o hizo simulacro de asfaltado en todos los barrios de las principales ciudades.
Utilizando al viejo PRD que Miguel Vargas les vendió, andaban con maletines repletos de dinero, comprando la conciencia de dirigentes y militantes opositores agobiados por las enfermedades y la estrechez económica.
En una campaña abrumadora y multimillonaria, coparon y saturaron literalmente todos los medios de comunicación y compraron todas las firmas encuestadoras para crear una percepción determinada.
La cosa fue tan escandalosa, que el tercer corrupto más famoso del mundo, terminó siendo el candidato más votado. Por él votaron “todos” los electores inscritos en su provincia.
El mismo día de las elecciones, los activistas del PLD se ubicaron alrededor de los centros de votaciones a repartir dinero contante y sonante a las mujeres solteras y a los jóvenes desempleados de los barrios marginados.
Según caía la tarde del día D, el órgano electoral comenzó a emitir los boletines prefabricados. El Chips que Roberto Rosario tenía bajo la manga entró en función y … colorín colorado, todo se consumó.
Cuando vinieron las consabidas impugnaciones y reclamos, el Tribunal Superior Electoral denegó por “improcedentes y mal fundadas”, todas las protestas de los opositores a nivel nacional. Lo mismito del “año pasado”.
Ahora vuelven a hablar de la necesidad de una ley de partidos y otra de régimen electoral. Las quieren aprobar “de urgencia”. Un nuevo engaño para que bajemos la guardia.
En Inglaterra no existe Constitución y todo mundo anda por la regla. Aquí jugamos con las Constituciones y cientos de leyes que solo se cumplen cuando le interesa a los de arriba.
En eso de las leyes somos un Estado fallido. Todavía aquí se hace “lo que diga el jefe”. Un sistema presidencialista con tendencia al absolutismo.
La “democracia representativa” falló, fue abatida por el caudillismo, la corrupción, el clientelismo y la inversión de valores de los políticos criollos.
Encima de todo este panorama adverso, la propi

a oposición le allanó el camino a los continuistas, cuando antepusieron los intereses particulares de cada agrupamiento por delante del interés principal de la Nación en estos momentos, que no es otro que detener en seco el avance del autoritarismo y el régimen de partido único.
Se necesita una gran conmoción revolucionaria para cambiar radicalmente el actual estado de cosas y regresar al carril democrático real, con un sistema más garantista de los intereses y la voluntad popular.
En la situación política concreta, con un PLD fundamentalista, enquistado en todos los vericuetos del poder, las expectativas sobre el próximo torneo electoral lucen poco motivadoras para las personas que se respetan a sí mismas.
No importa si aprueban o no uno que otro mamotreto de leyes que nunca se cumplirán. A fuerza de desengaños, vilezas, y golpes bajos, mucha gente se ha convencido de la inutilidad de su participación en estos mataderos electorales y cada día asume un basamento más sólido la frase: YO NO VOTO NUNCA MAS.