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A su partida, quien levantará la bandera de Abel Matos y continuará su obra.

Por Manuel Soto Lara
La muerte es tan imprevisible como una lotería; pero el que se abona se saca y el que está vivo inevitablemente muere. Esa es la única explicación de que Abel Elías Matos haya muerto.

Con los atributos axiológicos propios de su linaje; era un nada despreciable activo de nuestra comunidad a la cual sirvió hasta el último día de su vida.

Disponer de la vida propia podría ser, entre otras cosas que solo sabe el que está muerto, un acto supremo de libertad… o de angustia.

Abel decidió irse. Y se fue. Solo el que prepara este viaje conoce las razones profundas del camino. Con su partida, todos perdimos.

No solo perdimos a Abel. También perdimos su solidaridad y su obra; como el mismo Cristo, vivía para dar, para servir. Cada día me siento más solo.

Cuando murió el prócer Juan María Castillo Rodríguez, desde su curul en el “ayuntamiento de Los Mina”, Abel propició que una calle honrara su nombre.

Luego, como ahora, volvió a visitarnos la desgracia con la muerte del maestro, filántropo y moralista, Robert Vargas, y, como la vez primera, ahí estuvo Abel Matos haciendo posible que se le honrara de igual forma.

En la ocasión, publiqué un artículo en este mismo medio en el cual exprese mi impagable deuda de gratitud con Abel Matos.

Hoy se nos fue Abel. Y nos preguntamos, desde su curul municipal o fuera de ella, quién le hará justicia a Abel Matos haciendo nombrar una calle con su nombre?

Hoy escribo estas líneas por el entrañable Abel, otro grande de Los Mina, con la esperanza de que, como lo hizo él en su momento, alguien me llame para decirme que ya está trabajando en tan noble tarea.

Si nadie se enterara de este llamamiento, yo seguiré escribiendo hasta que alguien se entere que aquí ha muerto un hombre. Y que honrar honra.

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