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Del Amor al Odio; AMET y DIGESETT

Por Jacobo Colón
Es muy fascinante y a la vez sorprendente como los sentimientos pueden cambiar de manera tan drástica, como decimos popularmente, “De la noche a la mañana”

En las relaciones personales, esto es algo común; el amor que se transforma en odio tras una traición, una riña o un malentendido.

Pero cuando hablamos de instituciones públicas, donde no hay una convivencia diaria ni lazos emocionales directos, este fenómeno resulta mucho más insólito y significativo.

En la República Dominicana, hemos sido testigos de un caso paradigmático; la evolución, o mejor dicho, la involución de la Autoridad Metropolitana de Transporte (AMET) a la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (DIGESETT).

De una entidad respetada y admirada, pasamos a una que genera desdén y desconfianza.

¿Qué ocurrió para que se produjera este cambio tan radical?

Recordemos los inicios de AMET.

Cuando surgió, esta institución se ganó el respeto de la mayoría de la población no por el temor, sino por su actuación equilibrada y comedida, pero estricta en la aplicación de la ley.

Sus agentes no eran vistos como opresores, sino como guardianes del orden vial que contribuían a una convivencia más segura en las calles. La percepción positiva era palpable; la gente hablaba de AMET con un tono de aprobación, reconociendo su rol en la mejora del tránsito de nuestras ciudades.

Sin embargo, ese «amor» colectivo se ha convertido en un profundo desamor hacia DIGESETT.

¿Cambió la población? ¿Nos volvimos más indisciplinados o rebeldes? Todo indica que no.

El verdadero cambio radica en la transformación interna de la institución.

AMET se componía originalmente de jóvenes universitarios o bachilleres, algunos provenientes de la Armada, la Fuerza Aérea o la Policía Nacional, pero con un perfil fresco y profesional.

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Su dirección inicial estuvo a cargo de un civil, Hamlet Germán, lo que enviaba un mensaje claro a la sociedad: sin abusos, sin arbitrariedades.

Era una entidad que priorizaba la educación vial y la prevención sobre la represión punitiva.

Hoy, DIGESETT es una entidad completamente policial, integrada exclusivamente por miembros de la Policía Nacional y dirigida por un oficial de esa misma institución.

Esta conversión ha transferido inevitablemente la desconfianza histórica que gran parte de la población siente hacia la Policía Nacional se ha transferido a la Digesett.

Y los efectos son evidentes en el día a día; a un agente de AMET no se le podía ofrecer un soborno sin riesgo de consecuencias graves; en cambio, con DIGESETT, todo indica que la situación es diferente.

Un AMET podía conceder una oportunidad si la situación lo ameritaba, basándose en el criterio y la empatía; DIGESETT, en muchos casos, parece condicionar esa «oportunidad» a algún tipo de emolumento o favor personal.

Aquí radica el núcleo del problema, la percepción de la población ha cambiado porque la institución ha cambiado.

Ya no se trata de un ente imparcial y profesional, sino de uno que hereda los vicios del sistema policial, como la opacidad y la tentación al abuso de poder.

Este giro no solo ha erosionado la confianza pública, sino que ha perpetuado el desorden vial que supuestamente debería combatir.

Las multas se aplican de manera inconsistente, las intervenciones parecen motivadas por cuotas o intereses particulares, y el respeto mutuo entre agentes y ciudadanos se ha evaporado.

Y nosotros nos preguntamos….

¿Por qué persistimos con un modelo que claramente no ha dado resultados positivos?

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¿Por qué no volvemos a los orígenes de AMET, recuperando esa composición diversa, esa dirección civil y ese enfoque preventivo?

¿Es que alguien, o algunos, se beneficia del desorden actual? No es descabellado pensarlo.

En un sistema donde la corrupción florece en la opacidad, hay quienes podrían encontrar ventajas en mantener el statu quo: desde redes internas que lucran con sobornos hasta intereses políticos que prefieren instituciones controlables y no independientes.

Mientras tanto, la sociedad paga el precio con un tránsito más inseguro, mayor frustración y una erosión general de la fe en las instituciones públicas.

Es hora de volver a los principios fundacionales de AMET, no sería un retroceso, sino un avance hacia una gestión vial más humana y efectiva.

Necesitamos una DIGESETT reformada, con agentes capacitados, independientes y libres de influencias corruptas.

El amor y respeto a la AMET se transformó en odio y desconfianza a DIGESETT, si hay voluntad política, podemos volver a los orígenes.

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