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Se incrementa el juego de la Ruleta Rusa en SDE

«Estaba sentado en mi casa hablando de la Palabra de Dios y de repente oigo un disparo que acompaña un calentón en mi brazo izquierdo, cuando me toco con mi otro brazo me doy cuenta de que estoy sangrando. Una bala me atravesó y lo peor es que no sé de dónde vino ni quién la tiró» (Palabras del periodista J.Cruz Trifolio).

Por Dío Astacio
Hay dos grandes amenazas que se ciernen sobre la República Dominicana. La primera de ellas son las balas perdidas. Hace mucho tiempo una bala perdida era la consecuencia de un imprudente que hiciera un disparo hacia arriba un 31 de enero. Las probabilidades de que esto ocurriera eran muy escasas aunque siempre reportamos casos aislados.

Sin embargo, hoy día las balas perdidas son una amenaza para este país, que nos hacen una nación sumamente insegura, puesto que los reportes de muertes y heridos por balas de personas que no tienen nada que ver ni con el evento ni con el lugar del hecho están resultando alarmantes.

Dío Astacio

¿A qué se debe todo esto? A los niveles de descontrol sobre la cantidad de armas de fuego que portan individuos que no tienen ni la capacidad, ni el respeto, ni el derecho a portarla, lo cual pone en riesgo a toda una ciudadanía decente y nos convierte en un país donde se hace muy peligroso estar aun acostado en su propia casa.

Si usted analiza: ¿Donde estaba Trifolio? En el centro de su hogar, ¿dónde más puede estar usted sin riesgo?

¿Hasta donde vamos a llegar con la inseguridad en esta patria?

¿Qué es lo que hay que hacer para garantizar la vida de nuestro país?
Si no podemos estar en nuestra propia casa porque un disparo de un inescrupuloso puede quitarnos la vida a nosotros o a uno de nuestros seres queridos, me pregunto: ¿están nuestros hijos seguros en la escuela? ¿Podemos ir al trabajo sin preocuparnos? ¿Basta con ser un ciudadano honesto?
La verdad es que no, no existe forma alguna de que estemos seguros en nuestro país.

¿Cuál es el problema?
Que como en todo lo que ocurre en nuestro aquí estamos esperando un decreto o una comisión para que resuelvan este problema. Cuentan con todo lo necesario para dar solución a cada problema que tenemos, pero si el Presidente de la República no da un decreto nuestros burócratas son incapaces de tomar una iniciativa que garantice a los dominicanos que alguien está pensando en sus problemas.

Haga lo que haga Donald Trump, cada ciudad marcha dando solución a sus problemas en los Estados Unidos, pero el modelo donde el Presidente tienen que estar pendiente hasta de un pincho que se pierde, vaya usted a saber.

Nuestros alcaldes no tienen el menor interés de proveer a sus munícipes una vida digna en sus ciudades. Nuestro país es un solo centro de mando, donde el residente de El Rosal tiene que depender del Palacio para que se le provea seguridad, mientras las autoridades de su propia ciudad están indiferentes a lo que le pase a cada uno de los ciudadanos que intentan sobrevivir en la selva de una ciudad.

La solución a la seguridad de las ciudades no está en Palacio, no debe depender de un decreto, no es algo que debe hacerlo el Presidente. La seguridad deben decidirla las ciudades y con ellas sus alcaldes quienes deben tomar la iniciativa para que tengamos una ciudad donde valga la pena vivir. Este no es un tema de recursos, es un tema de entender cómo funciona una ciudad y de asumir un liderazgo que le provea a los munícipes la seguridad de que su voto no ha sido tirado en el zafacón.

El juego de la Ruleta Rusa se juega con un revólver, al cual se le pone una bala, se da vuelta al cilindro y las personas se ponen el revólver en la cabeza y luego disparan. Como el revólver tiene una sola bala las probabilidades de que el disparo sea para usted son de un 30% en cada disparo.

Oremos para que no nos toque ni a nosotros ni a nuestras familia la desagradable experiencia de una bala perdida. Sin darnos cuenta, todos los ciudadanos de República Dominicana están jugando a la ruleta rusa, cada vez que salen a las calles.

Vídeo – Triffolio: «¡Eduviges, ven; me tiraron a matar!»

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