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José Ramírez y un pelotazo de tolerancia

Por: Valentín Medrano Peña

El béisbol es un deporte arraigado en nuestro país, el cual a decir de algunos cronistas llegó de manos de los intervencionistas norteamericanos. Los soldados americanos del 1916 trajeron las reglas de la pelota, que se jugaba ya de forma rústica en el país a causa de la interacción con la isla de Cuba donde se jugaba con antelación.

Los norteamericanos dejaron como legado al béisbol, la sumisión a su poderío, algunas enfermedades venereas e hijos no reconocidos, vástagos de padre retornados al imperio, hijos bastardos que jamás aprendieron el idioma inglés de sus papás desconocidos, pero sí gustaron como ellos de la pelota.

No fueron yankistas, bostonianos o dodgeristas, pero amaron al Licey, Las Águilas y al Escogido. Y de ellos y de cientos de criollos nacieron practicantes profesionales de la pelota y escribieron desde la incursión de Osvaldo Virgil en la gran carpa sus nombres, récords y estadísticas envidiables en el béisbol de las Grandes Ligas.

Los dominicanos llegaron tarde al béisbol pero lo hicieron para quedarse y cada generación promete superar a la anterior.

En Estados Unidos la pelota es más que un deporte un sentimiento. Los estadounidenses sufren al béisbol, aman al béisbol, viven el béisbol y este es parte de sus cotidianidades.

Una muestra de ello ocurrió en el juego decisivo de la serie de campeonato de la Liga Americana cuando en el tercer inning del juego que enfrentaba al equipo de los los Guardianes de Cleveland con los Tigres de Detroit; que habían perdido su último encuentro en su estadio el Commerica Park de la industrial ciudad de Detroit, llegando empatados en la serie al Progresive Field de la ciudad de Cleveland en el estado de Ohio; el lanzador estelar Tarik Skubal golpeó al también estelar tercera base de Cleveland, el dominicano José Ramírez.

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Ramirez había tenido un desempeño en dicha serie por debajo de sus acostumbrados números y de las expectativas que siempre despierta, sin embargo y a pesar de ello, es el corazón del equipo del estado que vio nacer al más grande inventor de la historia en la persona de Tomás Alba Edison, a los hermanos Wrights, iniciadores de la aviación que hoy sirve de transporte a los equipos deportivos norteamericanos, y a Neil Armstrong quien lejos de Ohio, de los Estados Unidos y de la tierra produjo un histórico alunizaje llevando consigo la bandera de rayas y estrellas que dejó enlunada en la Luna.

Un pitcheo de más de 90 millas por horas golpeó a José Ramírez y el ruidoso fervor que invadía el estadio y que tenía eco en todos los hogares y bares del estado cedió a un silencio casi sepulcral. Los aplausos que siguieron al coro José José José Joséeeee josé, callaron y la angustia podía leerse en los más de cuarenta mil espectadores presentes y en los hogares dispersos por la ciudad y el Estado. Por un momento el estado pareció detenerse. Podía escucharse un leve abucheo que siguió a un mudo nudo en las gargantas clevelandinas.

José Ramírez, el chico nacido a miles de millas en una pequeña provincia costera de República Dominicana se había adueñado de las esperanzas, sueños y corazones de la ciudad de Cleveland y había logrado el respeto de cada amante del béisbol, y ahora había sido alcanzado por un veloz lanzamiento y podría ser todo para él en el resto del juego y también del futuro inmediato y expectativas del equipo en la temporada 2024.

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En aquel momento era aleccionador ver a personas de todas las etnias lamentando, sufriendo, amando al Enriquito de los banilejos. ¡Oh God noooo! Gritaba una blanca dama sesentona en su fino y culto acento inglés norteño al tiempo de clamar por la suerte del pelotero dominicano en tiempos que cada vez se alejan más de las mentalidades del klux klux klan, que gustaba más de ahorcar y crucificar a los de su color y talento.

El resto del público estaba expectante y cada quien se manifestaba a su manera, antes habían aplaudido el hecho de que el golpe significaba una carrera forzada, ya que los Guardianes tenían las bases llenas y al ver la manifestación de dolor del pelotero golpeado y la posibilidad de que saliera del juego con todo lo que significa en el terreno: velocidad, buena defensa, empuje, arrojo, bateo potente y de contacto y a ambos lados del home, y más que todo ello, alma, mucho del alma. Ramírez es alma del equipo y juega a todo pulmón y a toda alma.

Ramírez quien recibía atenciones del trainer del equipo manifestó poder continuar en el juego y se dirigió a la primera base recibiendo una ovación de pie de todos los presentes y no pocos brincaron de alegría en sus hogares y en las calles de la ciudad industrial y agrícola de Cleveland y todo el estado de Ohio.

Un simple acontecimiento. Un lanzamiento inintencional de un lanzador con nombre y apellido árabes, en un estadio mayoritariamente repleto de personas blancas y millones de estos disfrutándolo en sus aparatos televisores, a un moreno de Bani, nacido poco más de 30 años de antelación en la absoluta desesperanza y pobreza, en días previos a que su país discutiera la temida y luctuosa reforma fiscal, es demostración de que el talento y el amor cambian los tiempos y la suerte, y que en la historia de la humanidad capítulos como este ablandan corazones y cimentan tolerancia.

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Publicado por Julio Benzant

Publicado por Julio Benzant

Periodista- Ciudadoriental.com; el primer periódico en Internet de Santo Domingo Este. CONTACTO [email protected]
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