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Víctima del «Violador de Invivienda» tuvo que permanecer 24 horas con el semen en la vagina antes de ser vista por un fiscal

Por Manuel Soto Lara
Una adolescente de 16 años, víctima de El Violador de Invivienda, tuvo que permanecer más de 24 horas con el urticante semen del verdugo en su vagina, sin poder lavarse, esperando ver un fiscal para la toma de muestra.

Eran las tres y cuarto del día dos de septiembre del 2020 cuando la desgracia la visitó en su casa. El Violador de Invivienda, un violento depravado sexual, la sorprendió en la escalera del edificio. Con un arma le obligó entrar a su propio apartamento. Como no había nadie en casa, allí la violó.

Minutos más tarde, en compañía de sus progenitores, La Niña de Invivienda se dirigió al Ministerio Público en Ghapre; pero de ahí la remitieron al destacamento policial de Invivienda. De aquí la rebotaron a Violencia de Género y Delitos Sexuales, en la calle Puerto Rico.

No se le había permitido lavarse para conservar las muestras bilógicas del delincuente, útiles para la individualización del criminal. Ella se sentía sucia y estaba ansiosa y nerviosa.

Cuando llegaron a la Puerto Rico aun no eran las cuatro de esa tarde; y sentía la necesidad urgente de bañarse; pero a esa hora allí ya no atienden a las víctimas. Le invitaron a regresar al día siguiente. Bañarse de inmediato, conforme estudios especializados, es una reacción natural de las víctimas de violación sexual.

Sin respuestas y desorientados; preñados de angustia, se fueron a casa. Temían el infortunio infectocontagioso.

Sobre todo les perturbaba el VIH y SIDA. Por eso y por la desgracia de la violación, ninguno durmió esa noche. La Niña de Invivienda, además, porque no pudo lavarse. Sentía la humedad asquerosa de la ignominia en su vagina profanada.

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Por eso a las seis de la mañana ya estaban en sede de fiscalía, donde una docena de víctimas de abuso sexual y violencia intrafamiliar, algunos, tan desafortunados como ellos, con varios días por ver un fiscal, ya esperaban impacientes.

Muchas mujeres seguían llegando, todas víctimas de violencia. A poco se abarrotó el lugar. Muchas huían en busca de auxilio porque en su casa estaba la muerte. Tenían semblante huraño y un extraño aire de tristeza.

El día fue largo y cruel para La Niña de Invivienda. Eran las tres de la tarde. La jornada de ese día concluía y aun no le habían atendido. Pero allí todos trabajaban para ayudar a la multitud angustiada.

En 24 horas no se había podido asear como cualquier mujer en su lugar habría deseado. Se tenía tanto asco que no había ingerido nada. Diminuta y frágil la palidez era inocultable.

Como de ordinario, un mar de mujeres demandaba servicios ese día. Cada una con su historia de tragedia que solo ella conoce. La victima de El Violador de Invivienda era una más en ese torbellino de angustia. Es evidente la falta de inversión pública para dar respuestas oportunas a estas víctimas.

Como otras tantas mujeres, La Niña de Invivienda estaba a punto de regresar otra vez a su casa sin ser atendida. Pero ese día la menor estaba de suerte. Un pariente que labora en el sistema de justicia, que la había acompañado todo el día sin prevalerse del cargo, se identificó con su carnet. Hasta entonces nadie había mirado la víctima. Pero entonces todo cambió.

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Al fin la escucharon y una profesional médico, en busca de semen, le extrajo fluido vaginal. La remitieron para pruebas al hospital. He dicho pruebas, no análisis clínicos. Porque las víctimas en sedes policiales no son persona con dignidad, sino un objeto de prueba para sustentar expedientes penales.

Por eso el Estado, en estas fiscalías especializadas, no le provee asistencia psicológica. La intervención de este profesional de la conducta se agota en levantar un acta de prueba con fines judiciales. El Estado no protege víctimas, solo reprime hombres. Solo eso hace.

No hay presupuesto. No existen programas de asistencia a víctimas de violaciones sexuales. No les suministran retrovirales para prevenir VIH y SIDA, ni embarazos; Solamente en represión invierte el Estado. Las fiscales hacen lo que pueden. De alguna manera, como la Niña de Invivienda, ellas también son víctimas.

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