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La Cultura Religiosa

Por Quilvio Vásquez
Aunque hemos avanzado mucho, las cadenas de las enseñanzas religiosas mantienen el mundo con el candado puesto, tanto en oriente como en occidente.

Nuestra cultura, que según Carlos Marx debió ser moldeada por las relaciones de producción y la división de la sociedad en clases sociales, no ocurrió así. En realidad, el motor del cambio fueron las luchas religiosas por el poder, cada lucha con poderes divinos. Siempre resultó que el dios más fuerte era el de los vencedores, y las normas y la ética de esa sociedad se establecían de acuerdo con los designios de ese Dios.

Roma, consciente de que el poder nace de los dioses, estableció que los césares eran dioses y sus poderes de origen divino.

El general Jerjes del poder asirio era un Dios que arrasaba con todo lo que se oponía.

Señores, por más que nosotros vemos la lucha actual como una ambición económica, como una lucha por el control de la economía mundial, no es así. Nuestra formación religiosa es la base de nuestra cultura, somos consecuencia de nuestra formación religiosa. Todas las culturas del mundo se levantan sobre los principios de las distintas estructuras religiosas del mundo.

Es tanto así que el progreso de una nación está sujeto a la visión que tiene su religión del bien, el mal y las órdenes de sus dioses con relación a lo que es correcto o incorrecto.

Carlos Marx, con su visión atea del mundo, plantea que la lucha de intereses controla el mundo. Yo tengo otra visión del mundo, y es que la gente actúa como piensa, pero las religiones no permiten que la gente aprenda a pensar, y los que se atreven a pensar y usan la filosofía son ahogados en el mar de la ignorancia religiosa.

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Todavía recuerdo la lucha de Teodoro Herzl, que quiso derrocar el Islam con el poder económico, pero no pudo porque la cultura religiosa musulmana y ortodoxa era practicada por los pueblos como una ideología de la cual dependían todas sus actividades sociales y económicas.

Teodoro Herzl, al darse cuenta de que primero tenía que enfrentar el sistema religioso, buscó alianza con los católicos, con los ortodoxos y con los musulmanes. A todos les propuso fundar el Estado de Israel, ofreciendo ayuda económica a todas las religiones con la condición de que les permitieran fundar el Estado Judío.
No bastó el poder económico de los judíos, fueron necesarios muchos años de lucha cultural para concienciar a la gente de la necesidad de la libertad de credo religioso.

Así que el poder todavía está en quien controla la moral religiosa de los pueblos. Aquí en la República Dominicana, nuestra cultura es cristiana. El cristianismo es una doctrina filosófica llena de errores, con un concepto ambiguo del bien y del mal.

Nuestros políticos, en su gran mayoría, son cristianos y están llenos de la hipocresía que inspiran las enseñanzas cristianas.

El que sigue la historia de las religiones del mundo puede darse cuenta de que el poder de los Estados Unidos nace de su libertad religiosa. Los estadounidenses lograron separar las religiones del estado y fundaron un país libre de la cultura religiosa. Los estadounidenses lograron imponer la palabra «Dios» por encima de todas las sectas religiosas y establecieron que el único que podía intervenir en la vida de los Estados Unidos era Dios.

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Mientras en todos los países gobernaba una religión cruel y sanguinaria, injusta e inescrupulosa como la católica, la cristiana, etc., en los Estados Unidos existían todas las religiones, unas que nacieron en Estados Unidos y otras que se establecieron desde otros países, todas libres pero ninguna con el control del estado.

Ahora mismo, todos los países están bajo el control religioso cristiano, católico o musulmán. Su cultura es religiosa, cada quien vive sumergido en el sueño religioso. Los habitantes del norte de Europa se sienten agradecidos de su cultura anglicana, los países musulmanes maravillados de su Islam, los hindúes con un Dios para cada cosa, los latinoamericanos felices de un dios que les resuelve todos sus problemas, millones de budistas buscando los ocho caminos y los ateos, perplejos unos y asustados otros, observan que el único bienestar posible se logrará cuando dejemos lo divino atrás y miremos que no somos nada sin la ayuda del uno para el otro.

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