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Padre e hijo, un vínculo de amor por su país

Por Misael Lachapel
Cuando escucho a algunos compañeros manifestar su preocupación por la posibilidad de que los seguidores de Leonel Fernández y su hijo Omar Fernández se fanaticen y generen disputas internas, les digo con sinceridad que no deben preocuparse. El gran sueño de Omar es volver a ver a su padre gobernar la República Dominicana, y el anhelo de Leonel es que su hijo, algún día, tenga la oportunidad de convertirse en presidente del país.

El destacado desempeño de Omar como candidato a senador en 2024, y la manera firme y brillante en que venció en el debate al experimentado Guillermo Moreno un hombre de indiscutible prestigio moral y gran formación académica dejó claro que el joven Fernández está preparado para asumir cualquier responsabilidad política. Por otro lado, el 30% que obtuvo Leonel Fernández en unas condiciones sumamente desfavorables, frente a un presidente Abinader en su mejor momento, lo posiciona como el principal favorito para ganar las elecciones de 2028.

La Fuerza del Pueblo tiene hoy el privilegio de contar con dos líderes de generaciones distintas, lo que coloca al partido en una posición estratégica. Por primera vez en nuestra historia política, un gran líder se ve respaldado por alguien de su misma sangre, con suficiente empatía y conexión con el pueblo como para continuar la marcha triunfal, incluso ante cualquier eventualidad del destino.

Leonel Fernández es, sin lugar a dudas, el líder más grande de la República Dominicana en el presente siglo. Y probablemente, cuando el tiempo permita contar la historia con calma y sin pasiones, será reconocido como el presidente de mayor legado desde la fundación misma de la República.

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Todo indica que, si la salud lo acompaña, Leonel Fernández será el presidente de la República en el año 2028. Y, en ese escenario, la juventud será la gran beneficiada de un gobierno experimentado, visionario y profundamente comprometido con el futuro.

Omar Fernández, por su parte, es un joven que brilla con luz propia. Muchos sectores ya lo visualizan como un futuro candidato presidencial ideal. Pero esto, lejos de ser motivo de inquietud, debe llenarnos de orgullo como militantes de la Fuerza del Pueblo. Contamos con líderes sólidos que se aman y se respetan, más allá de la vorágine política. Son padre e hijo, y cada uno se siente profundamente orgulloso del otro. Entre ellos no hay espacio para el irrespeto ni para el egoísmo.

Cuando Leonel habla de Omar, es evidente su amor y admiración. Y es natural: todo padre quisiera tener un hijo como él. A su vez, Omar, con cada gesto y cada broma, demuestra la cercanía y el cariño que siente por su padre.

Y cuando lo observa con esa sonrisa que el propio Leonel ayudó a transformar y modernizar el país se engrandece, dando gracias a Dios por ser hijo de una figura tan admirable como Leonel Fernández.

Quienes militamos en la Fuerza del Pueblo debemos ver en esta dupla una bendición, una fortaleza, y un signo de continuidad que nos prepara no solo para ganar, sino para gobernar con visión de futuro y profundo sentido histórico.

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