
El Alcalde del Marketing; Dio Astacio, La gran estafa propagandística que asfixia Santo Domingo Este.
En un mundo donde la imagen lo es todo, algunos líderes han elevado el arte de la percepción por encima de la realidad tangible.
Dio Astacio, alcalde de Santo Domingo Este, el municipio más grande de la República Dominicana, encarna perfectamente esta tendencia.
Apodado «el hombre del marketing», Astacio ha invertido decenas de millones en publicidad y gastos desmedidos en medios de comunicación, no para resolver problemas reales, sino para construir una fachada de eficacia que oculta el caos cotidiano.
Mientras los residentes lidiamos con montañas de basura, inundaciones repentinas y una arrabalización galopante, él se dedica a posar en fotos virales, como aquella en un charco de agua, para proyectar una imagen de acción y cercanía.
Astacio parece ser un discípulo fiel de las enseñanzas de Joseph Goebbels, el maestro de la propaganda nazi, quien sostenía que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.
En Santo Domingo Este, esta filosofía, se aplica con una precisión asombrosa. Repiten mil veces que Astacio es un alcalde eficiente a pesar de no haber resuelto ni mejorado un solo problema del municipio.
Los fondos públicos fluyen hacia campañas publicitarias que pintan un panorama idílico; un municipio organizado, próspero y en constante mejora.
Sin embargo, la realidad es diametralmente opuesta.
Periodistas de importantes programas en el Distrito Nacional, seducidos por cheques generosos, evitan mencionar la avalancha de basura que nos envuelve.
¿Por qué hablar de la suciedad cuando el presupuesto de marketing asegura el silencio?
Este trueque de visibilidad por omisión ha creado una burbuja perceptual donde el alcalde «está trabajando», aunque las evidencias en las calles digan lo contrario.
Santo Domingo Este, con su vasta extensión y población diversa, debería ser un modelo de desarrollo urbano, en cambio, es la imagen viva de la desorganización, el más sucio del país, donde la improvisación reina y la arrabalización transforma barrios en laberintos de caos.
Cada lluvia torrencial convierte avenidas en ríos improvisados, inundando hogares y paralizando la vida diaria.
Pero en las redes sociales y los spots publicitarios del alcalde, todo está «bajo control».
Esta desconexión entre percepción y realidad no es accidental; es el resultado de una estrategia calculada que prioriza la imagen sobre la inversión en infraestructura.
¿Cuántos millones se han dilapidado en anuncios mientras las alcantarillas colapsan y los vertederos improvisados proliferan?
Lo más indignante es el contraste entre quienes promocionan esta ilusión y quienes la sufren.
Personas ajenas a las penurias diarias, influencers, comunicadores y figuras públicas alaban las «bondades» de Santo Domingo Este a cambio de pagos periódicos.
Hablan de progreso y organización desde la comodidad de sus oficinas climatizadas, ignorando el riesgo real que enfrentamos los residentes, enfermedades transmitidas por vectores, contaminantes en el aire y el agua estancada que se convierte en caldo de cultivo para epidemias.
Mientras ellos cobran, nosotros padecemos la negligencia de un alcalde que prefiere la foto perfecta a la acción concreta.
Y ahora, en plena Navidad, la brecha se hace aún más evidente.
En lugar de arbolitos iluminados, tenemos vertederos a cielo abierto; en vez de bombillas festivas, hoyos en las calles que amenazan con tragedias; más ruido ensordecedor que música navideña, y una tristeza colectiva que eclipsa cualquier atisbo de alegría.
Sin embargo, la maquinaria de marketing de Astacio no descansa; mensajes de «felices fiestas» y videos editados intentan convencernos de que el municipio está en auge.
Nada más falso.
Esta percepción fabricada no resuelve problemas; solo los maquilla, eternizando un ciclo de ineficiencia que erosiona la confianza en las instituciones.
Debemos exigir más que apariencias.
Dio Astacio, el alcalde del marketing, ha demostrado que una buena campaña puede engañar a muchos, pero no a todos.
Los residentes sabemos la verdad y es que detrás de la cortina publicitaria, hay un municipio en crisis, lleno de basura, caos en el tránsito con largos tapones, inundaciones y cero obras de infraestructura.
Simplemente no ha hecho absolutamente nada y lo ha empeorado todo, pero la percepción quiere decir otra cosa.